por Gema Fernández
El concepto y diseño de los decorados adquiere una dimensión real con 55 Días en Pekín (N. Ray, 1963). Ya no se trata de recreaciones en estudios, fachadas o edificaciones reales ambientadas, sino de la reconstrucción de una auténtica y completa urbe de leyenda. Debido al estudio minucioso de cada construcción y de todo el conjunto proyectado que compone el espacio escénico, la arquitectura cinematográfica se convierte, aún más, en una manifestación social e ideológica al servicio de la idea fílmica.
En un terreno localizado en Las Matas, (a 25 kilómetros de Madrid), se levanta el Pekín de 1900, sus calles, portalones, plazas, edificios y canales cobran vida con cientos de manchegos caracterizados como chinos. La grandiosidad de esta metrópoli oriental parece insuperable, pero la dirección artística de la compañía trabaja sin descanso en un nueva idea para el celuloide, que se materializa con La Caída del Imperio Romano (A. Mann,1964).
La estructura escenográfica de esta película, considerada en el libro guiness de los récords como el decorado más grande de la historia, sobrepasa cualquier expectativa preconcebida. Finalizado el rodaje, la imaginaria capital china de principios de siglo se derriba y en el mismo espacio se yergue el apabullante Foro Romano del siglo II. Colassanti y Moore investigan durante dos años para realizar los diseños de las 27 construcciones y las 350 estatuas que reinventan Roma en la gran pantalla. El Foro alzado a escala real permite caminar por sus avenidas en un viaje espacio-temporal, como si de una ciudad auténtica se tratase: a la derecha se encuentran el Templo de la Concordia y el Tabulario; a la izquierda , caminando en el sentido de las agujas del reloj, están el mercado, la Curia, El Senado, El Templo de Antonio y Faustina, el Templo de Vesta, el de Cesar Divo con sus dos Arcos de Triunfo, El Templo de Castor y Pollux, el de Saturno, y La Basílica de Julia, entre otros edificios; y por encima de todos ellos, sobre una colina artificial de 39 metros, se eleva con 50 metros más, el majestuoso Templo de Júpiter. La dificultad para elevar tan colosales estructuras de acero requiere la participación de arquitectos e ingenieros que guíen el proceso. Su construcción emplea a 1.100 operarios durante siete meses, además de un grupo de expertos falleros valencianos, unos veinte escultores y más de 300 escayolistas que atrezzan la capital. El proceso de recreación es tan preciso que en los talleres se fabrican mezclas, a base de pintura y estuco, con las que “marmolizar” y envejecer los edificios en función de su antigüedad histórica. Las cifras del material empleado son exorbitantes: 530 kilómetros en tubos de acero soportan las estructuras, 170.000 bloques de cemento y 2.091 toneladas de piedra cimientan el Foro, 900 metros en molduras de escayola adornan las fachadas, 1.000 paneles con bajo relieves esculpidos a mano decoran los exteriores, 148.000 litros de pintura, 6.715 metros de escalinatas… En total: veintiocho millones, en dólares de 1963.
la iglesia a ido sufriendo muchos problemas ya se internos como externos.
ResponderEliminarla iglesia era perseguida por los amperadores y autoridades romanas