Juan y Tobías han conseguido reparar el viejo 133, aunque como pronto descubren se trata de un esfuerzo estéril. El tranvía será retirado del servicio y sus puestos de trabajo peligran. La obra de Buñuel recrea en muchas ocasiones los prejuicios vitales que acarrea el desarrollo tecnológico e industrial de las ciudades. Como dice Victor Fuentes, «todo su cine mexicano se inscribe también en esta necesidad de cambio: es un mentís al falso optimismo del progreso, y a la vacuidad de las llamadas sociedades de la abundancia, que en México –sobre todo- tenían mucho falso escaparate».
A partir de ese momento entra en juego el alcohol, un motivo fundamental para la progresión narrativa del filme. Al salir del trabajo, nuestra pareja protagonista decide olvidar las malas noticias que acaban de recibir echando un trago. La cosa parece alargarse y los vemos salir tambaleándose de un bar cuyo nombre nos remite de lleno a las inclinaciones del director español: «BUENO, Y QUÉ?».

En este momento el alcohol se convierte en un elemento dinamizador del relato, el estado de embriaguez resulta definitivo para que los personajes se atrevan a ‘tomar prestado’ el viejo tranvía. La presencia de la bebida es recurrente durante la película, con implicaciones a distintos niveles: desde el citado acercamiento al folclore mexicano, hasta su utilización cómico-subversiva. Al margen de la estricta ficción, sabemos que el alcohol y los bares son una predilección para el director español a la cual dedica varias páginas en sus memorias. Veamos tres pequeños extractos al respecto: «Yo he pasado en los bares horas deliciosas. El bar es para mi un lugar de meditación y recogimiento, sin el cual la vida es inconcebible.»; «[...]. Siempre he tenido algo de beber, ya que siempre he tomado precauciones»; «Si tuviera que enumerar todas las virtudes del alcohol, no acabaría nunca». Leer más ...
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